Amanecer en Odiseas Marina. Vathí |
Ese día, que amaneció con nubes y claros pero con buena temperatura, pensábamos pasarlo navegando hacía al sur en una travesía plácida. Sin embargo, fue más esforzado de lo que una mañana tan tranquila como aquella auguraba.
Salimos de puerto y comenzamos a bordear la costa norte de Meganisi hacia el oeste, con el fin de ganar el estrecho de Meganisi entre esta isla y Lefkada. Después navegariamos hacia el sur para visitar y comer en la isla de Atokos en algunos de sus fondeaderos de la vertiente sur.
La primera parte de la mañana transcurrió tranquila. El barco a unos cómodos 7 nudos, brisa, sol, lectura y contemplación de paisaje, viendo como la "cola" de Meganisi se prolonga hacia al sur durante un buen trecho. Al pasar los días, ya nos íbamos sintiendo más integrados en estas aguas y ya identificábamos sin excesiva dificultad islas y accidentes geográficos.
Cueva de Papa Nicoli |
Así, poco a poco, nos fuimos alejando de Meganisi. Me gustó esta isla, pero fue la que vi más tocada y con un futuro incierto. En su costa norte se comenzaban a ver obras de viviendas y villas para vacaciones, e incluso en un poste telefónico vi que se vendía una parcela enorme de terreno con todos los permisos para construir, incluso con licencia para un hotel. Es posible que en el futuro la cosa tenga, por tanto, otro aspecto.
Athokos |
Athokos
Pasamos entre el islote desolado de Krithios y la punta sur de Meganisi y enfilamos a la inquietante isla de Atokos. Lo de inquietante no lo digo por nada en especial, salvo por el aspecto que tenía la isla en medio de una buena porción de mar sin costas ni islas alrededor y rodeada de una bruma que desdibujaba su silueta. Esto, más su pronunciado relieve y el saber que era una isla desierta, es lo que la hacían inquietante.Naturalmente que no podíamos pensar que en esta parte del mundo, tan apta para la navegación de recreo, tan llena de mitos e historias, tan azul y tan verde, no íbamos a encontrar a nadie. Los fondeaderos, especialmente el más apto (conocido como el de la casa solitaria o "One House Bay") estaban abarrotados de barcos y de flotillas y como era de esperar, a poco que se aleja uno de la costa de la isla las profundidades son muy grandes. Además el tiempo se nubló de nuevo y el viento, puntual a su cita, comenzaba a soplar y de componente sur, que era lo que menos nos favorecía. Dado que no era posible anclar en One House Bay, navegamos un poco más hacia el oeste bordeando el sur de Athokos y fondeando en una pequeña bahía con paredes de piedra escarpada de la que salió una flotilla entera. Con cierta premura -el viento tenía alguna racha fuerte del sur- comimos, nos bañamos y recogimos después de que el ancla garreara (era la primera vez que me ocurría) pero la profundidad era importante y el suelo era irregular. Por tanto, consejo: siempre alerta en el fondeo. Coged referencias y permanecer vigilantes. Seguramente hubiera hecho falta mucha más cadena. Lección aprendida. Así que como la cosa se estaba poniendo "rarita" decidimos poner proa a Ítaca.
Y es que la verdad que las rachas de viento comenzaban a a hacer incómoda la navegación y el mar comenzaba a salpicar. Esto unido a que el cielo se había nublado hizo que este fuera el tramo de navegación más incómodo del viaje. Aunque no tuvimos sensación de peligro en ningún caso, es estas circunstancias algo adversas donde se agradecen las hora de preparación que dediquemos. Seguramente los lugareños del lugar sabrían perféctamente dónde estaba Kioni, nuestro destino en Ítaca, pero desde Atokos nos se veía más que una línea de costa sin más, pues está situada al fondo de una bahía. Así que conocer con seguridad qué rumbo enfilar y que referencias buscar fue algo que sin duda facilita mucho las cosas y da seguridad al patrón y confianza a la tripulación.
Kioni
Los tres molinos a la entrada de Kioni |
Una vez amarrados, todo volvió a la calma. El cielo se llenó de nuevo de sol y la quietud pareció volver al mar, al menos dentro de la ensenada donde estábamos fondeados. Así que nos dedicamos a poner en condiciones el barco, preparar el auxiliar-que lo íbamos a necesitar para desembarcar- y dedicarnos a la relajación y al baño en las transparentísimas aguas de la bahía.
Bahía de Kioni con el Jónico |
Kiono resulta una parada absolutamente recomendable. Es un pueblo pequeñísimo pero con un gran encanto en todos los sentidos. Las tavernas al borde del mar, las casas despedigadas en la ladera y arracimándose al borde del agua, las tripulaciones de los muchos barcos animando los muelles... Sería uno de los sitios donde volver sin duda
Kioni. Isla de Ithaka |
De vuelta al barco una pequeña incidencia. El motorcito de la auxiliar no arrancaba, y tuvimos que ser remolcados por otra auxiliar. No hubo más problema. Seguramente la gasolina del auxiliar era demasiado vieja y habría perdido su octanaje, ya que el motor había funcionado perfectamente y falló al llenarlo de nuevo con un depósito que llevaba el barco. Algo a tener en cuenta para otra ocasión.
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