martes, 16 de diciembre de 2014

Día 4: de Meganisi a Ítaca

Amanecer en Odiseas Marina. Vathí
La parte más madrugadora de la tripulación ya se había levantado hacía una hora y estaba desayunando en la terraza de la marina. Así es como se aprovechan los días de vacaciones en el mar: madrugando. Encuentras los baños libres, las terrazas vacías y el mundo aún en silencio pero lleno de luz.

Ese día, que amaneció con nubes y claros pero con buena temperatura, pensábamos pasarlo navegando hacía al sur en una travesía plácida. Sin embargo, fue más esforzado de lo que una mañana tan tranquila como aquella auguraba.

Salimos de puerto y comenzamos a bordear la costa norte de Meganisi hacia el oeste, con el fin de ganar el estrecho de Meganisi entre esta isla y Lefkada. Después navegariamos hacia el sur para visitar y comer en la isla de Atokos en algunos de sus fondeaderos de la vertiente sur.

La primera parte de la mañana transcurrió tranquila. El barco a unos cómodos 7 nudos, brisa, sol, lectura y contemplación de paisaje, viendo como la "cola" de Meganisi se prolonga hacia al sur durante un buen trecho. Al pasar los días, ya nos íbamos sintiendo más integrados en estas aguas y ya identificábamos sin excesiva dificultad islas y accidentes geográficos.

Cueva de Papa Nicoli
La "cola" de Meganisi tiene cierto atractivo. Es una costa rocosa de caliza blanca con muchas cuevas abiertas al mar. Una de ellas tiene cierta fama, se la conoce como la gruta Papa Nikoli y al parecer es suficientemente grande como para que un barco tipo golondrina se introduzca dentro. No lo intentamos (la verdad que acercarse a una costa que no se conoce es temerario) pero sí tuvimos oportunidad de verla desde el mar. Se cuenta, y así lo recoge el derrotero de Rod Heinkel, que en esta cueva se ocultaba un submarino durante la Segunda Guerra Mundial. No creo que sea para tanto. Pero siendo o no cierta la historia, lo que es seguro que es uno de los puntos de atracción para el turismo de la zona, con varios barcos que recalan allí durante el verano. Desde luego que si se tuviera más tiempo sí valdría la pena recorrer con más calma esta costa.

Así, poco a poco, nos fuimos alejando de Meganisi. Me gustó esta isla, pero fue la que vi más tocada y con un futuro incierto. En su costa norte se comenzaban a ver obras de viviendas y villas para vacaciones, e incluso en un poste telefónico vi que se vendía una parcela enorme de terreno con todos los permisos para construir, incluso con licencia para un hotel. Es posible que en el futuro la cosa tenga, por tanto, otro aspecto.

Athokos

Athokos

Pasamos entre el islote desolado de Krithios y la punta sur de Meganisi y enfilamos a la inquietante isla de Atokos. Lo de inquietante no lo digo por nada en especial, salvo por el aspecto que tenía la isla en medio de una buena porción de mar sin costas ni islas alrededor y rodeada de una bruma que desdibujaba su silueta. Esto, más su pronunciado relieve y el saber que era una isla desierta, es lo que la hacían inquietante.

Naturalmente que no podíamos pensar que en esta parte del mundo, tan apta para la navegación de recreo, tan llena de mitos e historias, tan azul y tan verde, no íbamos a encontrar a nadie. Los fondeaderos, especialmente el más apto (conocido como el de la casa solitaria o "One House Bay") estaban abarrotados de barcos y de flotillas y como era de esperar, a poco que se aleja uno de la costa de la isla las profundidades son muy grandes. Además el tiempo se nubló de nuevo y el viento, puntual a su cita, comenzaba a soplar y de componente sur, que era lo que menos nos favorecía. Dado que no era posible anclar en One House Bay, navegamos un poco más hacia el oeste bordeando el sur de Athokos y fondeando en una pequeña bahía con paredes de piedra escarpada de la que salió una flotilla entera. Con cierta premura -el viento tenía alguna racha fuerte del sur- comimos, nos bañamos y recogimos después de que el ancla garreara (era la primera vez que me ocurría) pero la profundidad era importante y el suelo era irregular. Por tanto, consejo: siempre alerta en el fondeo. Coged referencias y permanecer vigilantes. Seguramente hubiera hecho falta mucha más cadena. Lección aprendida. Así que como la cosa se estaba poniendo "rarita" decidimos poner proa a Ítaca.

Y es que la verdad que las rachas de viento comenzaban a a hacer incómoda la navegación y el mar comenzaba a salpicar. Esto unido a que el cielo se había nublado hizo que este fuera el tramo de navegación más incómodo del viaje. Aunque no tuvimos sensación de peligro en ningún caso, es estas circunstancias algo adversas donde se agradecen las hora de preparación que dediquemos. Seguramente los lugareños del lugar sabrían perféctamente dónde estaba Kioni, nuestro destino en Ítaca, pero desde Atokos nos se veía más que una línea de costa sin más, pues está situada al fondo de una bahía. Así que conocer con seguridad qué rumbo enfilar y que referencias buscar fue algo que sin duda facilita mucho las cosas y da seguridad al patrón y confianza a la tripulación.

Kioni

Los tres molinos a la entrada de Kioni
Kioni es un sitio de lo más recomendable. Muy bonito, pequeño, pintoresco y muy marinero. Para encontrar Kioni desde el mar hay que buscar los restos de tres molinos de viento de los que sólo quedan las estructuras y penetrar en su bahía buscando su puerto al fondo. Puerto cuyos muelles estaban ya completamente repletos por lo que había que acomodarse fuera donde se pudiera con ancla a proa y amarra a tierra.

Una vez amarrados, todo volvió a la calma. El cielo se llenó de nuevo de sol y la quietud pareció volver al mar, al menos dentro de la ensenada donde estábamos fondeados. Así que nos dedicamos a poner en condiciones el barco, preparar el auxiliar-que lo íbamos a necesitar para desembarcar- y dedicarnos a la relajación y al baño en las transparentísimas aguas de la bahía.

Por cierto, a pesar de que pensábamos habíamos sido de los últimos en llegar y que poco sitio había para
Bahía de Kioni con el Jónico
nuevos visitantes, nos asombramos al ver como a medida que la tarde iba cayendo más y más barcos iban entrando en la bahía y poco a poco se iban acomodando en sitios cada vez más inverosímiles. Nunca hay que subestimar la capacidad de los pequeños puertos griegos para acoger barcos.

Kiono resulta una parada absolutamente recomendable. Es un pueblo pequeñísimo pero con un gran encanto en todos los sentidos. Las tavernas al borde del mar, las casas despedigadas en la ladera y arracimándose al borde del agua, las tripulaciones de los muchos barcos animando los muelles... Sería uno de los sitios donde volver sin duda

Kioni. Isla de Ithaka
Para la cena, pescado a la parrilla, vino blanco y degustación de tapas griegas en el restaurante Calypso (muy adecuado el nombre tratándose de la isla de Ulises). Todo ello junto al mar mientras disfrutábamos del fresco de la noche...

De vuelta al barco una pequeña incidencia. El motorcito de la auxiliar no arrancaba, y tuvimos que ser remolcados por otra auxiliar. No hubo más problema. Seguramente la gasolina del auxiliar era demasiado vieja y habría perdido su octanaje, ya que el motor había funcionado perfectamente y falló al llenarlo de nuevo con un depósito que llevaba el barco. Algo a tener en cuenta para otra ocasión.



No hay comentarios:

Publicar un comentario